Que una saga se acabe es algo natural. En la mayoría de casos, sucede porque la última entrega no vende lo suficiente o la empresa responsable se va de plano a pique. Esto implica que generalmente no es posible darle el final que los trabajadores que lo crearon soñaron para ella. E incluso cuando tienes la ocasión de ponerle punto final, te puede pasar como a Kojima y… bueno, eso da para otro artículo. Hidetaka Miyazaki ha tenido la extraña oportunidad de concluir su saga más conocida, y recientemente se lanzó La Ciudad Anillada, último DLC de Dark Souls 3.
La Ciudad Anillada nos plantea ver un momento que dentro de la mitología de Dark Souls es clave, el final de la Edad del Fuego, en torno al que gira esta tercera entrega. Hemos podido provocarla alguna vez como parte de los posibles finales, pero no hemos podido vivirla como tal. Quizás como metáfora del final de la saga, es precisamente este colapso del mundo tal y como se conoce, el final de toda una época y la llegada de la destrucción. Todo arde y no queda más que una cosa: ceniza, ceniza por todas partes y monstruos capaces de sobrevivir en este árido entorno.
Un último viaje hacia la muerte
Como siempre resulta complicado hablar de un argumento concreto al que referirnos, pero en esencia, la situación es esta: el mundo se acaba y se está replegando en sí mismo. Épocas, lugares, almas y conflictos convergen en un punto al que llegamos desde el mismo lugar donde termina la trama principal: ir a la última hoguera y veremos otra justo al lado, que nos permite viajar hasta este lugar apocalíptico.
La Ciudad Anillada es un lugar que ya se podía intuir desde el lugar donde termina la historia principal (cuyo nombre no mencionaremos porque tiene bastante importancia dentro del lore y es mejor que nadie…. spoiler alert!), y se compone de cuatro zonas principales. En la primera descenderemos por las ruinas de lo poco que queda del mundo, mientras que la segunda es una zona pantanosa (venenosa, por supuesto, para no perder las buenas costumbres). La Ciudad Anillada, o las ruinas de lo que quedan, es la tercera parte del DLC. La cuarta y última sección tendremos que verla por nosotros mismos. Es inmensa y está dedicada en exclusiva al combate final de la saga contra… alguien de lo más inesperado y cuyos motivos no podrían ser más oscuros.
Como nos podemos imaginar, es evidente que se juega de la misma manera que el resto de la aventura, las mecánicas a la hora de avanzar son las mismas que siempre, con una salvedad evidente. En todos los Souls hay algunos puntos en los que las caídas desde gran altura (principal causa de muerte de Elegidos según los últimos estudios del Instituto de Héroes) no suponen la muerte. En La Ciudad Anillada, estos lugares son muy numerosos, ya que en vez de avanzar por las zonas que componen el DLC hacia adelante, lo haremos casi siempre hacia abajo. Un metafórico descenso hasta las profundidades del abismo.
La fauna que puebla el descargable es por supuesto completamente nueva. Algunos de estos enemigos son engañosamente peligrosos, porque parecen débiles criaturas que se arrastran por el suelo o permanecen inmóviles, pero pueden «cargarse» y convertirse en una peligrosísima aberración con un parecido bastante imponente a una Humanidad y llevar a cabo un rápido y mortífero ataque kamikaze. Gigantes decapitados con enormes machetes, caballeros con armas de fuego, arrapiezos de oscura procedencia que nos maldicen con sólo estar cerca.
Se trata de enemigos bastante llamativos pese a lo oscuro y simple de su planteamiento. Encajan perfectamente en este desolado lugar que es el fin del mundo, en el que cada uno trata de sobrevivir como mejor puede y eso implica tener que robar la vida de otros. Especialmente memorables serán los combates contra los Caballeros Anillados: la primera vez que sufras uno de sus ataques con armas llameantes entenderas por qué.
Por supuesto no faltan jefes y subjefes a los que debemos hacer frente. Especialmente llamativo es un tipo de subjefe que aparece en un par de zonas y que la primera vez, cuando invoque los espíritus de un batallón entero de arqueros y nos deje como un sanguinolento, y asi mismo nos saque un «¿qué ha pasado?». Como en Cenizas de Ariandel, hay tres jefes: dos principales y uno secreto, amén de varios encuentros con Espíritus Oscuros e incluso NPCs que nos harán frente al considerarnos impuros. Los jefes vuelven a dividirse en varias fases a cual más peligrosa y el combate que pone punto y final a la aventura es de lo más espectacular y emocionante que hemos visto nunca ya no sólo en Dark Souls 3, sino en cualquiera de los anteriores, Demons’s Souls e incluso Bloodborne.
La Ciudad Anillada es una conclusión perfecta para la saga. Esta vez sí que podemos decir que está a la altura de Artorias del Abismo y Antiguos Cazadores, sin ninguna duda los mejores DLCs de los Soulsborne. No sólo hay calidad, jefes impresionantes, nuevas armas con las que buscar más formas de luchar y ampliaciones para dar más comodidad al PvP (aunque esto nunca ha sido necesario), sino que se nos permite vivir el momento más importante de toda la saga: el fin de la Edad del Fuego. Su principal defecto es su duración, de unas cinco o seis horas, aunque seguramente estaremos un rato más para conseguir alguno de los interesantes nuevos sets, como el del Matadragones de Hierro. Mención especial al final, al auténtico final. Una vez derrotado el último boss, habla con la pintora de Cenizas de Ariandel y prestale mucha atención. pero Mucha atención. Se cierra el círculo.
The Review
Dark Souls III: The Ringed City
La Ciudad Anillada supone la conclusión de Dark Souls, al menos de la mano de Miyazaki. Se hace algo corto, pero sólo por las ganas de más que te quedas. Despedimos una saga como se merece y miramos al horizonte con una buena esperanza y sed de mas, esperando ademas que esto no sea el final de este estilo de juego de la mano de From Software.